Durante los años 60, cualquier formación que quisiera hacer algo importante debía salir de gira por EE.UU. Al fin y al cabo, se trataba de la cuna del rock n’ roll. Cream fue uno de los primeros que se decidió a cruzar el charco, y lo hizo a lo grande, grabando su segundo LP, Disraeli Gears, y generando una influencia decisiva para la música a ambos lados del Atlántico. Por ALBERTO J. PUYALTO
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Bajo mi punto de vista, Cream es uno de los grupos más importantes de los años 60, no tan sólo por su extraordinaria calidad musical, sino por su capacidad para conjugar estilos muy diversos en un sonido heterogéneo, aunque fácilmente reconocible. Pioneros en la fórmula del power trio, estos tres muchachos basaron su trabajo en una cruda manera de entender el blues rock, dando primacía a la contundencia sonora para alcanzar el éxito. La receta inspiró a Grateful Dead, Led Zeppelin, Black Sabbath y tantos otros, pero sobretodo generó un impacto inestimable en la música moderna.
Cuando el grupo se gestó a mediados de los 60, todos sus miembros eran extremadamente jóvenes, hecho que no les había impedido demostrar ya su talento en otras formaciones. Jack Bruce y Ginger Baker provenían del mundo del jazz, mientras que Eric Clapton acababa de colaborar con Johny Mayall & The Bluesbreaker’s y gozaba de una notable reputación en el Reino Unido tras su etapa en The Yardbirds.
En realidad, cada músico era individualmente brillante en su campo, pero ello no garantizaba necesariamente el éxito. Los egos y gustos personales podían ser obstáculos insalvables, sin embargo, todos estos recelos se disiparon tras los primeros ensayos. Los propios miembros de la banda definirían su primer encuentro como la unión de tres piezas que encajaban a la perfección. La potente sección rítmica a cargo de Ginger Baker –con ocasionales reminiscencias de ritmos primitivos–, unida a la brillante capacidad de improvisación de Jack Bruce en el bajo y las prodigiosas manos del “Dios” Clapton –como rezaban los grafittis londineneses– ofrecían algo más que un sonido cautivador. Se trataba de un modo singular de explotar las raíces del blues tradicional, llevando el género a un lugar fresco, nuevo, revitalizante, pero ante todo cargado de decibelios.
Las versiones de los maestros Willie Dixon o Skip James que aparecieron en el álbum debut sorprendieron muy positivamente a la crítica, y fueron bien complementadas por temas propios de calidad como Sleepy Time Time o N.S.U. La actitud del trío, además, parecía identificarse con los tiempos que corrían; melenas rizadas, largos bigotes y ropas estampadas con toques orientales metían a la banda en aquella oleada hippie que invadía el mundo anglosajón.
Sin embargo, tras la publicación del primer disco Fresh Cream, saltaba a la vista que el grupo no había conseguido el nivel de repercusión que su talento y ambición requería. Se hacía necesario un giro en su carrera, viajando a EE.UU. para darse a conocer ante el público americano. Tras una serie de nueve conciertos en el RKO Theater de Nueva York, la banda acudió a los estudios de Atlantic Records para registrar su segundo trabajo. El productor Felix Pappalardi y el ingeniero de sonido Tom Dowd se encargaron de recibirlos y exprimir al máximo sus posibilidades. Incluso Ahmet Ertegun, dueño de la discográfica, presenció las sesiones de grabación en una clara apuesta personal por el proyecto. De este modo, y tras varias semanas de duro trabajo en estudio, el equipo consiguió editar uno de los mejores discos de la década, Disreali Gears, y alcanzar en poco tiempo el 5º lugar en las listas de éxitos.
Escuchado hoy en día, este segundo LP brilla por su genialidad, pero no representa la verdadera esencia de Cream. Desde sus inicios, la banda se había presentado como una formación de directos, que lucía especialmente cuando improvisaba sobre largos pasajes de blues. Los dos volúmenes Live Cream que se editarían con posterioridad nos permiten apreciar fácilmente este aspecto. No obstante, Disraeli Gears consiguió un impacto irrepetible, y sigue grabado en el imaginario colectivo como el mejor trabajo del grupo. Las canciones que lo integran contribuyeron a dar forma a una revolución musical en ciernes, e incluso el collage que el artista australiano Martin Sharp pintó para la portada forma parte de ese legado inolvidable, un símbolo eterno de la añorada cultura hippie.
Musicalmente hablando, en este álbum el grupo abandona los corsés de sus inicios para mostrar una mayor versatilidad, acercándose al pop de una manera ciertamente original. Esto no impide que el disco fluctúe con facilidad desconcertante entre el hard rock y la música popular, dando forma a un trabajo muy rico en matices. Hablar de una temática concreta resulta casi imposible; Disraeli Gears puede mostrarnos la psicodelia británica mediante la estremecedora We’re Going Wrong, o ejemplificar la utilización de lo absurdo como forma de expresión artística, aspecto ya explorado por genios como Dylan o los Beatles y que tenía aquí su representación en el tema SWALBR. Finalmente, el disco posee también notas de compromiso político, como evidencia la antibelicista Take It Back.
Si seguimos revisando las pistas encontramos más cosas interesantes. World Of Pain y Dance The Night Away tienen un toque mágico innegable, y ponen a prueba el falsete de Jack Bruce, cuya fantástica voz, alejada de los clásicos registros del blues, es responsable de que Cream se diferencia de muchos otros de sus coetáneos. Por su parte, Clapton, que desde el principio se había mostrado tímido para cantar, acompaña a Jack en algunas pistas o simplemente hace las voces de acompañamiento, pero empieza a tomar las riendas de algunos temas como Outside Woman Blues animado por el equipo de grabación.
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Las tres piezas angulares sobre las que se asienta el LP son sin duda tres de los mejores temas jamás publicados por la banda. En primer lugar, y abriendo el disco, Strange Brew, producto destinado a romper las listas de éxitos; en segundo, Sunshine Of Your Love, elevado a la categoría de himno por poseer uno de los mejores riffs que haya alumbrado la historia del rock; y en tercero, Tales Of Brave Ulysses, ejemplo de la capacidad lírica del grupo y una de las primeras piezas donde se incorporó el wah-wah como generador de atmósferas lisérgicas.
Como podemos imaginar, la publicación de este disco encumbró a Cream, dándole la categoría de supergrupo y permitiéndole efectuar una larga gira por todo EE.UU. El público americano quedó asombrado ante la potencia sonora de la formación y el inmenso talento de Clapton, a quien se comparó con Hendrix en la dura pugna por escoger al mejor guitarrista del momento.
Un trabajo posterior igual de impresionante, Wheels of Fire, y un acertadamente titulado Goodbye servirían para que Cream pusiera el colofón a una carrera discográfica corta pero sólida. Su presencia en los escenarios finalizaría con dos célebres conciertos en el Royal Albert Hall de Londres en noviembre del 68, antes de la disolución de la banda.
La verdad es que cuesta ser objetivo con este grupo. No puedo negaros que los Cream son toda una debilidad, incluso pese a no haber vivido esa época dorada. Mientras yo la contemplo con envidia, los viejos roqueros que acudieron a la reunión que el grupo celebró en 2005 en el Madison Square Garden lo hacen con melancolía. Pese a ello, y sin importar las generaciones que nos separan, creo que escuchar este Disraeli Gears continúa siendo para ambos una muy buena terapia.
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