Hoy viajamos hasta el 64 para asistir al nacimiento de una leyenda. A principios de ese año, Otis Redding lanzaba su primer LP e iniciaba una brillante carrera en solitario. Nadie podía imaginar entonces que casi cuatro años después un accidente de avioneta nos arrebataría a una de las mejores voces del siglo. Un tiempo breve, pero plagado de joyas inolvidables. Esta fue la primera de ellas. Por ALBERTO J. PUYALTO
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Animado por su padre e inspirado por su admiración hacia Little Richard, Otis Redding empezó a cantar cuando era adolescente. Sin embargo, antes de tener la oportunidad de convertirse en intérprete solista, nuestro protagonista formó parte de la banda de Johnny Jenkins (The Pinnetopers) como simple conductor y músico. Fue una célebre grabación del grupo en los estudios de la discográfica Stax la que permitió a Redding aprovechar una sesión extra para cantar en un par de temas propios. El primero de ellos fue Hey Hey Baby y el segundo These Arms of Mine. Sorprendido por la calidez de las interpretaciones, el jefe de estudio Jim Stewart decidió ofrecerle a Otis un contrato profesional y publicar la segunda pieza en formato single, por considerar que la primera se asemejaba demasiado al estilo de su idolatrado Little Richard.
A partir de ese momento, los éxitos de Redding se sucederían uno tras otro mediante la publicación de diversos singles grabados entre 1962-63, llevándole a convertirse en una de las principales figuras de la música soul. Gran parte de estos sencillos serían integrados en el primer álbum publicado por el cantante en 1964, Paint In My Heart, una de sus obras de referencia.
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Nos hallamos ante un LP sin desperdicio, donde cada pista parece mejor que la anterior. La balada que da nombre al disco es sencillamente estremecedora, pero el trabajo continúa con una mezcla de estilos bastante diversos. Otis hace gala de una voz prodigiosa, capaz de cambiar de registros con gran facilidad, desde un rabioso rock n’ roll hasta un soul de calidad excepcional. En realidad, las canciones incluidas en el LP son historia pura de la música americana: la versión del clásico de Sam Cooke, You Send Me, las célebres Stand By Me, My Girl o el soberbio éxito de los Kingsmen Louie, Louie son parte inconfundible de la banda sonora de los 50 y los 60. ¿O acaso podemos escuchar esos temas sin rememorar las jukeboxs con las que los adolescentes americanos se robaban su primer beso? Otis interpreta aquí esos himnos, y lo hace con una envidiable capacidad para poner la piel de gallina.
Pese a todo, las piezas más interesantes del disco son, a mi juicio, las compuestas por el propio cantante. En ellas tenemos algunas primeras muestra de su talento como letrista, así como ciertas pistas sobre la prodigiosa evolución que el músico desarrollaría en años posteriores. De hecho, y pese la innegable calidad de su poderosa voz, los primeros trabajos del Redding no resultaron especialmente originales; su estilo no aportaba grandes novedades al panorama del rythm & blues de la época, y se limitaba a emular a otros artistas consagrados del género. No obstante, en algunas canciones de este disco debut, tales como Security o The Dog, ya se destila esa energía reveladora que llevaría al cantante a protagonizar febriles actuaciones en el Whisky a Go-Go o en el Festival de Monterey Pop del 67. Varias apariciones en televisión, unos cuantos discos y una exitosa gira por Europa le acercarían también a las audiencias blancas, convirtiéndole en toda una personalidad.
A lo largo de su carrera, Redding fue dando forma a un estilo crudo y enérgico, que recibió apelativos como Southern Soul o Memphis Soul, y que se basaba en la alternancia de pasajes furiosos con baladas románticas de gran nivel. Tanto la musicalidad que emanaba de su voz como su imponente aspecto parecía albergar una extraña sabiduría, que sin embargo contrastaba con su gran juventud. Resulta difícil pensar que cuando se publicó el famoso sencillo Sittin’ On The Dock of The Bay, Otis ya había fallecido con tan sólo 26 años. El vuelo que debía llevarle a Nashville se estrelló en el lago Monona un 9 de diciembre del 1967. La tragedia alimentó la leyenda, pero la amplia comunidad musical de la época comprendió enseguida la verdadera magnitud del suceso. El Rey del Soul se había ido para siempre. Los Doors incluso le dedicarían una introducción en su tema Runnin’ Blue:
Poor Otis, dead and gone
Left me here to sing his song
Pretty little girl with the red dress on
Poor Otis, dead and gone.
Mucho después, en 1989, las curiosidades del destino llevarían al ídolo del propio Otis, Little Richard, a anunciar su entrada en el Rock n’ Roll Hall of Fame. Su emocionada viuda apenas pudo pronunciar unas pocas palabras cuando compareció ante la audiencia. Aún así, me quedo con su mensaje: “no podemos olvidar la música de Otis, porque era sencillamente grandiosa”. Poco más puedo añadir.
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