Beach House afrontaba con Bloom una reválida relativa. Consagradísimos con Teen Dream, el cuarto disco del dúo de Baltimore llegaba con su música instalada en la división Top, un triunfo que nos dejó momentos inolvidables, con aquella atmósfera creada en su concierto del año pasado en el Poble Espanyol meciendo nuestros sueños- y que ahora no sólo mantienen arriba, sino que los elevan otro peldaño, dejándonos la maravillosa sensación que su progresiva y continua evolución se mantiene sin techo. Por RUBÉN IZQUIERDO

  • Cuarto disco de Beach House, nueva muestra de la ensoñación onírica alcanzada con Teen Dream, trabajo con el que su nueva propuesta se entronca de lleno
  • Introducido por Myth, Bloom toca techo en su primer corte, aunque logra retener el mismo nivel creatio a lo largo de toda su escucha
  • Lazuli e Irene, entre los temas que más brillan de Bloom, junto con On the sea, puede que el más diferente hasta la fecha

Bloom es la obra propia de quien se sabe en su mejor momento, y lo demuestra desarmándote con apenas unos segundos de su extraordinaria Myth. Presentado como single de adelanto, el tema se confirma ahora como el mejor momento del disco, instalándolo en la excelencia ya de entrada para no bajar el nivel a lo largo del todo el disco, un recorrido casi onírico por su vibrante música, un trabajo hipnótico que reprende el hilo de su discurso, aún ensoñador, todavía fijado entre las nubes a las que nos subieron con Norway, Walk in the park o Zebra, simbólico podio de su Teen Dream, al que corrigen y aumentan con su mejor disco hasta la fecha (conviene, vista la evolución sostenida de su carrera, remarcar lo de la hasta la fecha con toda la prudencia a la que uno pueda abrazarse).

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Hablábamos del concierto del pasado mes de Junio en el Poble Espanyol, con Joanna Newsom abriendo la noche -todo concierto abierto por Newsoom está predestinado a florecer como un recuerdo de belleza imperdurable, dicho queda- y hay que volver a él para entender, quizá, lo que Bloom significa para la banda.

Servidor salió del Poble Espanyol con el convencimiento de que la cima había llegado, de que Beach House no podría igualar aquello. El clímax creado en las primeras filas -vi la última más al final y el resultado no era el mismo- fue de los que dejan poso, con Alex y Victoria a ratos ocultos en la neblina creada para la ocasión, envueltos de su propia mística, creando una mitología propia de sueños oníricos antes de facturar Bloom. Alumbrando el mito antes que Myth.

Pues lo han hecho -aún sin la sensación de tocar techo- con un disco que no deja de recoger parabienes, situándoles en la carrera de las grandes ligas y apuntando a favorito para copar quinielas cuando se repartan premios y elogios allá en diciembre. Ocho años después de su debut, alegra el ánimo ver el modo con el que encaran las entrevistas promocionales, un modo muy sano de reflexionar que ellos no han cambiado en exceso por más que hayan ido puliendo ese dreampop tan ensoñador, subida constante y sostenida al Olimpo, a la que ellos mismos relativizan.

Con Myth, es en temas como Lazuli donde más y mejor brilla el disco remarcando que nada ha cambiado, que la normalidad sigue ahí, lejos del cielo al que la crítica les ha encumbrado premiando una carrera sim altibajos, siendo este el mejor elogio que se le puede dar a una banda consagrada dentro de unos parámetros estilísticos -las costuras del dream pop no han sido nunca las más amplias- poco dinámicos.

Su magnetismo arrebatador presentado a la entrada del disco obligaba al resto de temas a mantener las plataformas imaginarias que elevaban a los de Baltimore a la cúspide

Hay pues, en Beach House, algunos puntos similares a los de Teen Dream, con quien se hermana casi hasta el punto de mostrarse como su evolución natural, redoblando si acaso los picos emocionales en un ejercicio de elogio a la épica de los sueños, territorio natural de sus guitarras y teclados marca de la casa.

El único temor que quedaba por resolver una vez presentado Myth era el riesgo, claro, de saber si aquel tema devoraría el disco. Su magnetismo arrebatador presentado a la entrada del disco obligaba al resto de temas a mantener las plataformas imaginarias que elevaban a los de Baltimore a la cúspide. Y temas como Other people o New year lo hacen, facturando instantes de gran belleza casi plástica, en un ejercicio de gran equilibrio por parte de Victoria Legrand. Brillan también Lazuli -esa entrada onírica antes de los tradicionales coros- y The hours, una de las más emotivas.

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Casi al final del disco, llega On the sea y la victoria se culmina haciendo de la solemnidad su bandera principal con un maravilloso sólo de piano, capaz de congelar el tiempo, puro jolgorio sensitivo que cierra, con permiso de Irene, larga y de nuevo ensoñadora despedida, trazada con la calma de quien sabe que, para entonces, el triunfo se ha culminado y los sueños de Alex y Victoria nos mantienen abrigados.

Beach House, a su paso por Barcelona // R. Izquierdo