Los vídeos musicales no iban a ser la excepción. Los avances en el mundo audiovisual han llegado, progresivamente, pero con fuerza, al mundo del videoclip. Los ingredientes son inmejorables: una canción y una historia que contar. Y toda la libertad (únicamente hay límites económicos, por supuesto) para poder crear la obra como se desee. Por PICOTT GIRL.

Los primeros cambios fueron conceptuales. El videoclip ya no se ceñía al relato del tema que ilustraba el vídeo, cada vez el vídeo musical fue cobrando vida propia, hasta convertirse en un mensaje independiente. Más tarde, se empezaron a aplicar los avances técnicos, en una lucha (en la que muchos más de los que parece han entrado) por conseguir el vídeo más espectacular, o, simplemente, rompedor.

Uno de los primeros videoclips de un grupo archiconocido que utilizaba tecnologías interactivas fue el caso de Radiohead, que utilizó software basado en el 3D, sin uso de cámaras ni luces, y, aunque no haya interactividad física con el público, empezaba a utilizar ya las mismas herramientas que se utilizarán luego.

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Las primeras acciones que podía realizar el público eran muy limitadas, prácticamente simbólicas, como en el caso de King of the Dogs de Iggy Pop, en el que, al más puro estilo de los cuentos en los que escoges tu historia, mediante un simple link podemos escoger al protagonista del vídeo:

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Luego llegaron los auténticos reyes del videoclip: OK Go, mucho más famosos por sus vídeos que por su música (tema controvertido siempre) y después de aplicar técnicas como el stop motion con una técnica impresionante, entraron, como cabía esperar en el fascinante mundo de la interactividad. En su videoclip de All is not lost, realizado en HTML5, podemos pedir a los bailarines que adapten su coreografía a nuestro gusto:

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Pero sin duda, los que se llevan la mejor nota en cuanto a videoclips innovadores (e interactivos) son Arcade Fire. Lanzaron en agosto de 2010 el videoclip de su single ‘We used to wait’ en colaboración con Google. Gracias a Google Street View podemos personalizar la historia, y situarla donde nosotros queramos.

Después, vinieron dos más: las atractivas aventuras que presentan en Beonlineb y Sprawl II (el pasado mes de diciembre), en las que, o bien con los movimientos del ratón, o bien con nuestros propios movimientos, captados por una webcam, podemos intervenir en el orden de la historia, convirtiendo la interactividad en algo mucho más palpable.

Como siempre, hay detractores y seguidores de estas iniciativas. Para algunos, este tipo de vídeos ‘desvían’ la atención del producto inicial, la música, y para otros, se trata de creaciones complementarias que ayudan a mejorar la música. Lo que sabemos seguro, es que la música no puede escapar a la innovación y a los nuevos hábitos de consumo.