Aunque seguramente no haga falta contextualizarla, ciñamos de entrada el origen de esta entrevista. En la víspera del pasado Primavera Sound, edición a la que se llegaba con un sold out total tanto en abonos como en entradas de día, el diario digital El Confidencial publicaba en su sección de cultura la trilogía El Cortijo del Indie, un relato presentado en tres entregas que diseccionaba la figura de uno de los directores del festival, un Gabi Ruiz equiparado en el texto al conocido personaje Toni Soprano, inmortalizado por James Gandolfini en la serie de televisión Los Soprano. El artículo, bautizado a su vez como Una Trilogia Siciliana, llegaba con la firma del periodista Nando Cruz y repasaba, bajo su punto de vista, la evolución personal y profesional de una de las principales caras visibles del festival.
El documento se publicó bajo la comentada estructura serial, con múltiples fuentes sin identificar -el autor lo atribuye al miedo a figurar en el artículo-, y fue replicado a los quince días desde la organización con un documento interno en el que se rebatía, párrafo por párrafo, buena parte de la información aparecida a lo largo de los tres artículos: una réplica contundente a la que ha tenido acceso esta casa, en la que se ponía en tela de juicio buena parte de lo relatado en el texto, aportando en algunos casos documentación legal y en otras rebatiendo bajo su criterio lo expuesto por Cruz.
Que buena parte del texto apareciese con fuentes no acreditadas ha sido a la postre uno de los argumentos utilizados por la cúpula del festival para rebatir el texto, rebajado a relato interesado. Un interés que —apunta Gabi Ruiz en la entrevista que hoy publicamos— tendría tintes políticos, al vincular su publicación con la primera visita de la alcaldesa de Barcelona Ada Colau a las instalaciones del festival.
Más allá del sentido oportunista del texto —nos hemos puesto en contacto con el autor del texto antes y después de entrevistar a Gabi Ruiz, sin haber podido cerrar entrevista con él tras intercambiar varios correos—, aprovechamos el esqueleto del artículo para repasar con el propio Gabi Ruiz algunos de los puntos relacionados con el crecimiento del festival de un tiempo a esta parte, como su relación con los medios de comunicación, la entrada de nuevos patrocinadores del festival o la gestión interna del crecimiento exponencial de un festival sin techo conocido —si nos ceñimos a los datos de asistencia conocidos hasta esta edición—, todo ello sin obviar otros temas como el debate entre la gestión de lo público a nivel cultural y la relación del festival con otros sellos estatales al margen de El Segell.
Lo que sigue es la entrevista que nos concedió Gabi Ruiz hace un par de semanas, en compañía de Alberto Guijarro, otro de los directores del festival, y la jefa de prensa del mismo, Beba Naveira.
Entrevista: RUBÉN IZQUIERDO – Corrección: JENNY SUK | Fotografías: PRIMAVERA SOUND
Me gustaría empezar contextualizando esta entrevista: que estemos hablando hoy se debe en parte a la publicación de la trilogía de textos de Nando Cruz en El Confidencial. A un lector imparcial el artículo le puede sorprender por su tono. ¿Cómo se pasa del Nando Cruz que figuraba en los dossiers de prensa de festival, siempre en clave positiva, a un artículo tan posicionado como este?
Gabi: Eso en todo caso deberías preguntárselo a él. Con Nando nos conocemos de siempre, de hace muchos años. Cuando yo empecé a montar conciertos él venía a muchos de esos bolos. Nos conocíamos, sin tener amistad, de intercambiar preguntas y demás, pero puedo asegurarte que no ha habido un condicionante personal que nos lleve aquí.
Es algo que desde fuera puede chocar, visto el entusiasmo de sus crónicas de principios de siglo.
Gabi: Bueno… son varios los que parece que han visto la luz y se han caído del caballo. Ahora reniegan de todo lo que hacían entonces. El libro de Lenore, el tono de los artículos de Nando…
Alberto: Si haces seguimiento de sus comentarios o artículos, en los últimos años ves que se pasa de una euforia clara hacia un determinado tipo de música a lo de hoy, pero más allá de eso no sabemos.
El otro día leí un artículo de 2014 publicado en El Periódico que en cierto modo podía ser una antesala de la trilogía presentada ahora.
Gabi: Recuerdo ese artículo. Creo que coincidió con el estreno del documental. De todas formas me resulta complicado meterme en su cabeza. Lo que sí veo es una línea marcada, bastante evidente. Gente con la que de golpe se pasa de tener una relación más o menos cordial a lo que hay ahora. Ellos mismos son los que reconocen que han estado equivocados hasta ese día, y empiezan un revisionismo que no han abandonado: dicen que lo que han hecho es una mierda y disparan, entre otras cosas, contra el festival.
El texto tuvo una intencionalidad política: no creo que sea casual que lo sacasen coincidiendo con la primera visita de Ada Colau
¿Es un posicionamiento político?
Gabi: Aducen que tenemos un elitismo cultural, que vamos en contra del pueblo. Puedo ver las bases políticas sobre las que se sustenta ese tipo de discurso, aunque ya me dirás. Hace como veinticinco años se empezó a hablar sobre la cultura desde las instituciones públicas. Empezó a desarrollarse el concepto de industria cultural, una industria más en la que se invertía desde lo público y se obtenía un retorno, ya fuese económico o con puestos de trabajo. El Guggenheim fue de los primeros, aunque en Barcelona se desarrolló especialmente bien en los años de Maragall, con la creación del ICUB. Fue un modelo poco copiado en muchos sitios.
Alberto: Yo creo que queda claro que funcionó.
Gabi: No sé si funcionó, pero de lo que estoy seguro es de que tenía una lógica interna, y un desarrollo. Al menos hasta que se llega a la crisis y se empieza a cuestionar todo.
Y ahí se produce el cambio.
Gabi: En parte sí. Surgió una corriente que sostenía, y sostiene, que lo público no puede invertir en lo privado a nivel cultural. Se pone en tela de juicio que la industria cultural vaya de la mano con las instituciones. No estaba bien visto porque el retorno cultural no se veía claro según su punto de vista. Hubo una crítica al hecho de destinar dinero a gente que proviniese de lo que llamaron cultura de élite, con el pretexto de que no llegaba a la gente de abajo. Su propuesta era más la de vertebrar un tejido más horizontal, que regresase más a la gente… Yo toda mi vida he pensado que lo mejor que le puede pasar a la gente, en términos culturales, es escuchar a Sonic Youth. Si se puede, se tiene que llevar a la gente a Sonic Youth, aunque esa gente propone que no, que es mejor eliminar a Sonic Youth o lo que representan, y que nos centremos en lo que puede ser la cultura: las fiestas de barrio, las casas okupas… colectivos más horizontales.
¿Se confrontan los dos modelos?
Gabi: Son modelos que no tienen por qué chocar: las dos vías son válidas y seguramente necesarias. Podemos dialogar o discutir lo que quieras sobre eso. El problema llega cuando para validar tus ideas acabas en el insulto, la descalificación o la mentira. Si intentas imponer este tipo de ideas…
En alguna ocasión has aludido a un trasfondo político relacionado con esas críticas.
Gabi: Para mí no es casual que el artículo se publique la semana en la que Ada Colau viene al Primavera por primera vez. En vez de sacarlo razonado se publica con métodos muy de años treinta: decir cualquier barbaridad para desacreditar las ideas del contrario, con la mayoría de datos sin acreditar.
Sin haber podido hablar con Nando aún, me pregunto qué valor se le puede dar a un texto que él mismo articula sin poder acreditar las fuentes. Como festival, ¿qué valor le dais?
Gabi: No es una cuestión de que el texto tenga o no valor. Para nosotros está claro que no lo tiene, porque podemos desmentir párrafo a párrafo lo que dice. El problema es que un día se dice una cosa y no la desmientes. Al día siguiente sale otra, y lo mismo. Son cosas que por sí mismas puede que no tengan un valor, pero se van acumulando y la idea o concepto ya está puesta sobre la mesa. Estuvo el libro de Lenore en esa línea, y ahora esto.
Alberto: Se fija una memoria colectiva, que se da por buena si no la desmientes.
Puedo entender ese interés político, pero el artículo es muy personal: es un artículo más sobre Gabi Ruiz que sobre el Primavera Sound.
Gabi: Eso evidentemente me molesta, sobre todo porque no me considero un personaje público. Entrar en la vida personal con esa intención de atacar… de hecho mi vida la conoce tan poca gente que el artículo acaba estando lleno de errores, como lo de que mi padre trabajaba en la SEAT. Al final, si no reaccionas habilitas esa escalera, en la que se da por hecho todo lo que publicas. Lenore, al momento de sacar el artículo, tuiteó que destrozar a Gabi Ruiz era destrozar al Primavera Sound. Creo que eso te deja claro que es lo que se buscaba. Son métodos que si has estudiado un poco ves que se han utilizado muchísimas veces a lo largo del tiempo. Por otra parte, si yo intento mañana optar a un cargo público, haces una búsqueda y lo primero que sale es esto… es una deshabilitación personal, me deja en una situación de indefensión. Él sabe que en el texto hay muchas mentiras, y las construye con el objetivo de quitarme a mí de en medio.
Destripar el Primavera Sound es destripar a Gabi Ruiz. Es lo que hace @nandocruz32 en tres entregas. Hoy la primera: https://t.co/ak9RnX3QiN
— Ecos del gueto (@ecosdelgueto) 1 de junio de 2016
En el artículo se insinúa que Rockdelux sigue existiendo gracias a Primavera Sound, y que tú tienes algo que ver ahí.
Gabi: Ya me dirás, tenemos una página de publicidad al mes, de todas las que tiene la publicación.
La prensa digital también recibe, al menos en parte. Se le sube al carrito de golf.
Gabi: Es un ataque general a la industria, ese supuesto enemigo que le conviene crear. Es una manera de repartir a todos: más allá de los ataques a mi persona, que también, hay un ataque general. Y al final tienes que decir basta, sobre todo porque todo se amplifica y si te quejas tienes a cincuenta tíos llamándote de todo: que si eres el capital, que si eres un fascista…
En el texto hay una alusión a «la ley del silencio» y a tu influencia sobre los medios. Más allá de que es la primera vez que hablamos, creo que el artículo articula muy bien esa cosa: por el hecho de publicar esta entrevista en su relato yo ya puedo quedar condicionado aunque me haya puesto en contacto con las dos partes. Más allá de lo que pueda pillar, quería aprovechar para tratar otros temas que se deslizan en el texto o que has sacado tú ahora, como lo del tablero político de lo privado y lo público. ¿Hay ahí una línea editorial también?
Beba: En las crónicas que escribió para El Periódico comentaba que mientras tocaba Julien Baker había un ruido ensordecedor de una máquina que estaba levantando un yate de lujo, cuando el sonido provenía del puerto, que está a 150 metros. O comentaba que las definiciones de los grupos en la web eran muy “sesudas”. Definir el sonido de más de 300 bandas, muchas de ellas desconocidas para el gran público, no es nada fácil, es un trabajo que se realiza para poder orientar a un público más amplio.
Gabi: A mí lo de utilizar “sesudo” como algo descalificativo me hace hasta gracia… Yo lo veo más bien como un intento de acercar la cultura a quien quiera disfrutarla, permitir que esté ahí, e intentar ayudar a entender. Utilizando un símil lejano, cuando García Lorca cogió la compañía de teatro y se la echó a un carro a representar los clásicos, ¿qué pasaba? Representaba a Calderón de la Barca, no se dedicaba a hacer puchinelis de la bruja. Y García Lorca era de izquierdas, joder. De entrada puedes no estar preparado para entender a Aphex Twin, pero una vez que llegas ahí descubres a otras cosas. Personalmente prefiero pensar que tenemos la oportunidad de llegar a eso, no descartarlo porque sea “elitista”. ¿Nos quedamos solo con la bachata?
Alberto: Bajo mi punto de vista, hacer política a partir de la música con el propósito de separar es un error.
Un error sesudo.
Gabi: Es que además lo de elitista… este año podías ver a Radiohead y a Los Chichos. Tratamos de tener en cuenta a lo popular, y a lo largo de estos últimos años hemos programado a gente que seguramente ha sido muy de derechas, y a gente que ha sido muy de izquierdas. No hay un posicionamiento editorial del festival. Lo que no me parece bien es discriminar si este sí o este no…
Nos hemos desviado un poco del tema. Me gustaría reincidir en el tema marcas, algo que ha sido criticado por más gente. Personalmente puedo llegar a entender al que añora los tiempos en los que los escenarios no tenían nombres comerciales. ¿Es un mal menor con el que debe lidiar el nostálgico?
Gabi: Veamos. El rol de la marca o el patrocinio está unido a la cultura desde el inicio de todo. Creo que es obvio decir que la figura del mecenas ha existido desde siempre: si Mozart trabajaba para un conde austríaco… ¡y hablamos de Mozart! Al final, cada conde tenía su compositor de cabecera, que era el que daba prestigio a la corte.
Con la dimensión actual que tiene el festival no podemos darle la espalda al patrocinio, siempre que no condicione la línea editorial
¿Lo ves como algo indisociable a estas alturas?
Gabi: Para un festival con la dimensión del que tenemos ahora sí. Como te decía, cultura y mecenazgo han ido desde siempre de la mano, no tenemos que renunciar a ello de entrada si te ayuda a crecer. Puede verse como un mal, pero al final depende de cómo se haga o lo enfoques. Te doy un ejemplo de este mismo año. Si nosotros al final este año teníamos un servicio de transfer de una zona a otra del recinto es porque lo proveía una marca de neumáticos. Yo esa relación la veo positiva, es una buena forma de entrar. Nuestro cambio a Heineken también fue en esa línea: nos ayudaron mucho en producción, a que los cambios sean más eficientes. A veces parece que se olvida lo grande que es esto: un festival así, con 55.000 personas… ¡es que es como levantar una ciudad en tres días! Montar todo eso y desmontarlo no es nada fácil, sobre todo porque no tienes margen de error: si no funciona, todo el festival se convierte en un caos, y al final es normal que necesites socios. Algunos se ven sobre los escenarios y otros no, porque pueden haber varios tipos de colaboraciones, pero al final la ayuda es necesaria. Es un evento demasiado grande como para hacerlo todo tú, así que lo único que marcamos como línea roja es que el patrocinador no nos condicione la línea editorial. De ahí a ver como negativo que una marca tenga interés en anunciar… pues es el mundo en el que vivimos: una marca lo que quiere es anunciarse.
Comentando esto pienso en todo lo que pasó con el festival de ATP en Manchester. ¿Cómo has vivido su final?
Con pena, son grandes amigos. Yo he vivido ese festival desde dentro y sé por lo que han pasado: lo intentaron llevar sin marcas y no pudieron, y cuando se dieron cuenta lo intentaron cambiar pero ya era tarde. La imagen se volvía negativa con esa introducción de publi. Al final es una cuestión de quién va a pagar todo eso, y ser pragmáticos.
Alberto: Es o aceptar la entrada de publicidad o subir el precio de las entradas.
En nuestro caso, dejar la revista sin publicidad nos ha llevado a un parón indefinido. No sé si explica bien la importancia que tiene el anunciante cuando tratas de levantar un proyecto, o de mantenerlo donde está como se da en vuestro caso. ¿Pecamos de puristas?
Alberto: Habrá quien sí, pero para nosotros es tan obvio… Hay una parte del presupuesto que, o la paga el patrocinador, o lo paga el público con la entrada. No hay más.
Gabi: Tu caso nos sirve de ejemplo. Sin publicidad, o asumes tú ese coste o disparas el precio de la revista. Para nosotros es lo mismo, y de hecho nos pasó muchos años. De todas formas la parte proporcional de los sponsors acaba siendo baja: lo mismo metes un anuncio y la gente piensa que te has forrado y que ya lo tienes todo pagado. En los festivales pasa lo mismo.
Beba: En nuestro caso es un promedio bajo, este año estaba entre el 8 y el 10.
Yo entiendo las dos partes: en nuestro caso la decisión pasó por abandonar el formato que estábamos trabajando, pero es inevitable que desde fuera lo del anunciante se vea como un peaje, que se prefiera visitar el escenario ATP al H&M.
Gabi: Como decía Beba, al final estás cubriendo un 8%… entre un 8 y un 10. Pensando que en este país tenemos un 21 % de IVA… Con los patrocinadores se han dicho siempre muchas cosas, incluso que podían llegar a condicionar el tipo de banda que traemos, y puedo asegurarte que eso no ha pasado: el día que un anunciante insinúe que tal grupo no puede tocar dejaremos de trabajar con esa marca.
Lo que sí ha habido son comisariados, algo que se menciona de pasada en el texto.
Gabi: Ahí hay que saber diferenciar, porque son casos en los que no se da una relación comercial en sí. Se da también con Pitchfork o con ATP… Es como cuando en un museo se da un comisariado externo: lo buscas para que te aporte un contenido diferente.
A pequeñísima escala pienso en la colaboración con A Viva Veu, hace ya unos cuantos años.
Gabi: Seguramente se daba un poco por lo mismo, y por llegar a más sitios. El equipo de bookers no deja de ser reducido: es de cinco o seis personas, para un total de 300 actuaciones. Si no nos abrimos podemos caer un poco en lo de siempre: que a mí me guste un género o estilo concreto no tiene por qué decir que sea el estilo predominante en el festival. Como festival nos resulta sano ampliar el tipo de estilos que confluyan en el mismo.
Sigo tomando cosas del artículo. La relación con la prensa tuvo un punto de inflexión con el caso Bianciotto, o de puertas afuera puede entenderse así. ¿Tuvo que ver con un cambio de medio oficial – colaborador?
Alberto: El tema de los medios colaboradores ha ido variando. Durante el año hablas con varios medios, y después de negociar y ver posibilidades alcanzas afinidades con unos u otros. Hemos tenido a El Periódico o La Vanguardia, pero también a El País.
Gabi: El año que pasa lo de Jordi de hecho el medio colaborador era El Periódico, y en parte pasó por eso. A mucha gente le pareció un berrinche, seguramente porque esa historia no se ha acabado de explicar muy bien. Ese año teníamos un acuerdo con El Periódico, y el festival estaba lleno de pancartas del diario, cosa que a mí personalmente nunca me ha gustado porque hay más medios trabajando, y eso de priorizar a uno… en fin, acuerdos que se toman. El acuerdo se estableció de tal manera que ellos hacían un seguimiento determinado del festival y nosotros pagábamos una serie de anuncios en El Periódico. El primer día, el de la jornada del miércoles, salió un artículo que a mi juicio era muy tendencioso.
Y es entonces le quitas la acreditación.
Gabi: Lo que se hizo fue porque era ese medio, el colaborador con el que teníamos un acuerdo. De haber sido otro no hubiésemos hecho nada. Teniendo el acuerdo comercial que teníamos, lo que se estaba pidiendo era un cambio de redactor: si es una persona que por lo que sea no es afín al festival, mal estamos empezando a trabajar juntos. En ese caso no estaban tan libres de pecado: había un acuerdo comercial.
¿Se gestionó bien todo aquello?
Gabi: Posiblemente no. Se gestionó muy mal, y soy el primer culpable de que fuese así. Ya he dicho varias veces que de volver atrás lo haría diferente, aunque sí que me gustaría dejar claro que no es que me levantase con el pie torcido y se vetara a uno u otro: era una cosa más razonada, ejecutada mal. Dicho eso, yo en cosas de prensa pinto más bien poco: ni hago seguimiento de prensa, ni lo querría hacer, y eso es algo que quien trabaja en prensa lo sabe. A Bianciotto lo conozco de toda la vida, pero no es mi trabajo. Con otros periodistas puedo tener más relación, pero a nivel de tú a tú. Ni me ha gustado hacer seguimiento, ni soy el más indicado para hacerlo. Hay gente mucho más preparada que yo.
¿Quién lleva el seguimiento entonces?
Gabi: El seguimiento lo llevan Beba y Alfonso. Otra cosa es que a él le vaya bien cambiar cargos. Nando sabe perfectamente que Carles Baena no es el jefe de prensa del festival: ha escrito cincuenta mil veces a Beba y sabe muy bien quién es. Le ha pedido entradas, material… lo que hace en el artículo es un ninguneo a su persona, y personalmente me jode. Y es curioso que las dos mujeres que aparecen en la historia estén tan ninguneadas: a Beba le quita su condición de jefa de prensa y con Sonia hace lo mismo: es una de las fundadoras de Murmurtown, además de administradora. Llevó la contabilidad mucho tiempo y ahora la pones ahí prácticamente de florero. A Sonia le ha molestado muchísimo ese retrato y con razón.
Con prensa habéis tenido otras polémicas, como el tema de las acreditaciones hace un par de años, que sentó bastante mal.
Gabi: Seguramente no lo explicamos bien, pero era un cambio necesario, que a la larga se ha normalizado. En otros festivales siempre se ha pagado, y hay promotoras que si quieres cubrir el concierto tienes que pagar igual.
¿Faltó un enfoque más didáctico?
Gabi: Yo entiendo que viene mucha prensa, pero tiene que entenderse también que no puede venir toda, y que la que viene necesita unas condiciones de trabajo mínimas, que no estábamos dando cuando pasamos a cobrar por las acreditaciones.
Alberto: A nivel de presupuesto es una parte importante. El equipo de prensa, sin ir más lejos, cada año crece más.
Beba: En mayo somos unas 10 personas fijas, pero en total somos más de treinta. Entre accesos, escenarios, la gente ubicada en el espacio habilitado para prensa, el equipo, los fotógrafos. Sin entrar en la infraestructura, a nivel de equipo ya es un número grande.
Alberto: E implica un coste. Lo vas asumiendo, se hace grande, y al final llegamos a la conclusión de que hay que cobrar las acreditaciones porque había que hacer cambios.
Gabi: Tampoco es que haya una ley universal en el tema de prensa en los festivales. En Coachella por ejemplo no se dan: si Pitchfork quiere entrar le tocará pagar como al resto. Tienen acuerdos puntuales con New York Times o con el medio que cierre ese año, pero acreditaciones de prensa como tal no se dan. El enfoque que se le da a eso depende del tipo de cultura de gestión del que vengas, aunque ligarlo a lo Bianciotto…
Saliéndome del artículo. ¿Qué criterios sigue el festival para gestionar las acreditaciones? Lo digo sobre todo para medios pequeños
Beba: Bueno, es un compendio de muchas cosas, no hay un patrón único. Tratamos que prime la calidad del medio, o la cobertura planteada para el festival, pero termina siendo una suma de las dos cosas: si se tiene muchísima audiencia pero el contenido es inconsistente… Al revés también nos ha pasado: hemos tenido que decir que no a medios pequeños, gente con muy buena pluma y buenas ideas, que no tiene la ventana de difusión necesaria para pasar el corte. Se intenta llegar a todo pero ya llevamos unos años desbordados.
¿Cuántas solicitudes recibís?
Alberto: En el último más de 5.000, y no podemos dar salida a todas, porque el aforo se come la posibilidad. De todas formas desde que pusimos la cuota todo el mundo paga, y eso es algo que me gustaría dejar claro. Se dan intercambios con medios colaboradores como La Vanguardia o Rockdelux, pero son eso, intercambios con sinergias para las dos partes.
La gestión de estos dos incidentes o ciertas corrientes críticas que uno pueda encontrarse en la red me hace pensar que la relación con los medios es posible que haya cambiado. ¿Habéis notado muchos cambios?
Gabi: Ha cambiado, pero a todos los niveles. Mira el fútbol, por ejemplo: hubo un momento en el que los equipos se plantaron e hicieron pagar a las radios. Si tú vas al campo del Barça y sacas un provecho de esa retransmisión, en concepto de publicidad o lo que sea es normal que el que gestiona el campo al final pida que el gasto se reparta… Se armó un jaleo impresionante y hoy en día todo el mundo paga. En nuestro campo ha pasado un poco lo mismo.
¿Se explicó bien?
Gabi: La gente de prensa como mínimo sí que sabía cómo se haría todo lo de las acreditaciones. Puedo entender que en las redes o en el foro se pueda no saber todo, pero un periodista del sector, y Nando Cruz se supone que lo es, sabe cómo funciona, sabe que existen los intercambios de prensa. Es otra descontextualización para sacarme como el gran malvado, acariciando al gato y decidiendo quién entra y quién sale según me levanto.
Alberto: Si lees el relato hay historias normales que las deforma un poco, y que al no explicar el contexto empresarial o estructural acaba pareciendo otra cosa. Que si la industria cultural manipula, que si no tiene escrúpulos, que si Primavera Sound explota a los grupos, aunque luego diga que les pagamos bien para tenerlos pillados. ¡Hasta lo positivo, que es pagar cachés, lo vende como algo negativo!
Alberto, en el artículo la Sala Apolo aparece retratada como “el jardín para las barbacoas” del Primavera Sound, dentro de la estructura-cortijo retratada.
Alberto: Creo que no hace falta ni explicar que Apolo es una sociedad y Primavera Sound otra. Murmur Town programa en Nitsa con total libertad, del mismo modo que programan los Nasty Mondays. Vuelve a ser una mezcla de conceptos interesada para construir su relato.
Gabi: Es gracioso que lo saque porque a veces hay hasta conflictos de intereses, pero no intervenimos. Puede venir un artista que queramos programar como Primavera Sound y que lo coja otro promotor llevándolo a Apolo. Eso ha pasado y no ha habido veto. No me quiero poner de ejemplo de nada, pero en ocasiones hemos sido hasta pringados con este tema.
La relación con los sellos también aparece en el artículo, relacionándola más con Apolo que con el festival. Alberto, antes comentaba que viste de negativo algo que consideráis positivo…
Alberto: Son días en los que se pierde dinero de entrada, porque asumes tú la contratación del técnico o de la barra, pero lo contemplamos como una inversión de prestigio. Normalmente dejamos dos o tres fechas al mes sabiendo que difícilmente se va a recuperar, pero lo haces para dar un apoyo a la escena, a sellos o colectivos que montan historias.
Gabi: Por más que el festival funcione, no todo va como la seda. Es que habla de La 2 o de La Botiga… ¿sabéis la de pasta que puede perder La 2 cuando hace conciertos? ¿La ruina que es tener una tienda que vende vinilos hoy en día? Las horas que le hemos echado a La 2 para empatar, que es lo que te pasa en el mejor de los casos. ¡Menudo imperio, qué leches de imperio! Y es un modelo que no es fácil de mantener, porque detrás hay una sociedad y tienes que mostrar resultados.
Cuando creces es inevitable que aumenten las incomodidades, y a la zona de los escenarios principales le quedan aún un par de vueltas para que sean cómodos
El artículo ha llegado en un momento curioso para el festival: cada año se venden más abonos, pero crecen también los nostálgicos que añoran la comodidad de los primeros años en el Fòrum. ¿Se pueden contentar a las dos partes?
Gabi: Bueno, cuando creces es inevitable hacer cambios. Mejoramos a partir del ensayo/error, y de equivocarnos. Nos subieron el IVA, paralelamente quería venir más gente… al final no puedes llegar a todo, pero estamos empeñados al cien por cien en mejorar el confort y la producción y que sea un festival cómodo. Sé que a la zona de los escenarios principales le quedan un par de vueltas, pero no es sencillo adecuarlo y habilitarlo, sobre todo porque es un espacio que no es nuestro: es del ayuntamiento y no podemos hacer y deshacer según nos convenga. Si el espacio fuese nuestro sería más fácil poder realizar según qué mejoras: del mismo modo que luchamos porque se cambiasen los baldosines del Fòrum ahora luchamos porque se mejoren cosas de la explanada, teniendo ideas y sumando. De hecho tenemos algunas ideas, pero aún no sabemos si podremos realizarlas
En cuanto a programación, a nivel de público, da la sensación de que la crítica es menor
Gabi: Somos la misma gente. La línea de programación se ha mantenido. En realidad ahora tenemos los recursos para traer cosas que antes no podíamos ni imaginar, y no hablo de Radiohead. Me refiero a John Carpenter, por ejemplo. Es una gestión dificilísima de conseguir porque vale mucho dinero y te vende muy pocas entradas, pero ahora estamos en disposición de absorberlo. Son cosas a valorar, y aunque es cierto que el recinto ha crecido y no es tan cómodo como querríamos, hemos sabido mantener eso. De todas formas lo de la comodidad… está el dicho aquel, del festival que es muy cómodo porque no tiene colas en la barra ni en los lavabos. Pues pobrecitos, porque les ha ido muy mal. Como público es muy bueno ir a un festival que pierde dinero, pero hay que pensar en la viabilidad, y en la proyección futura. Al final se trata de buscar el equilibrio, y aplicar el esfuerzo para que el Fòrum esté al nivel de lo que quiere ser el Primavera.
¿Crees que fuera se critica tanto lo de la comodidad?
Gabi: A veces retuiteo noticias del extranjero y en los medios foráneos las críticas son impresionantes, más positivas que las de aquí. Luego lees las españolas y acabas pensando: ¿hablamos del mismo festival? Los festivales por definición no son cómodos: hay gente, y malo sería que no la haya. En un concierto te puede tocar el que habla alto, o el grupo que no se calla, pero no se puede machacar todo lo que hagamos por defecto, las condiciones de un festival ya sabemos que no son las mejores. Y lo digo sabiendo que el festival lo hemos construido entre todos: músicos, programadores, producción, prensa, público… tenemos uno de los mejores festivales del mundo y está en Barcelona. ¿No lo podemos disfrutar? ¿Por qué esa afición a destruirlo todo? No entiendo esa postura tan cainita, de dejarnos casi de supermercado mientras en el New York Times nos dejan como uno de los mejores festivales del mundo.
Alberto: No es una gran mayoría. Hay un bloque crítico pero el público sigue viniendo, y en la compra de los abonos se ve que la gente de aquí no le da la espalda al festival. El romántico o nostálgico en ocasiones evita desplazarse a los dos escenarios principales ubicados en la plataforma marina y se concentra en el triángulo de arriba, los tres escenarios de la parte superior. Son escenarios que están llenos, funcionado a pleno rendimiento prácticamente desde primera hora.
Este año quizá se dio que muchos de los reclamos grandes estaban en los dos escenarios de mayor aforo.
Gabi: Al final son las bandas las que deciden esas cosas, y es Radiohead la que decide dónde toca, cuándo toca y ante cuánta gente toca. Y si decide tocar ante 55.000 personas es lo que hará, porque es su decisión. Cuando una banda así llega coge los mandos, y acabas teniendo poco que ver con ese concierto. Me gustaría que no fuese así, pero va a ser difícil volver a ver a Radiohead en otras condiciones, porque consideran que su espectáculo es ese.
La bajada en la venta de discos ha llevado como consecuencia el aumento en los cachés: hoy en día lo tiene más fácil un festival para 5.000 personas que para 20.000
¿Eso condiciona el tipo de formato al que se abocan los festivales?
Gabi: Es el propio mercado el que hace muy difícil que existan festivales con otro formato, porque no pienses que un cabeza de cartel de Barcelona querrá cobrar menos en Porto por el hecho de tocar ante menos gente. Si hay menos gente, con la entrada más barata y tienes que pagarle lo mismo, ¿cómo lo haces? La lógica pura te dice que empiezas en algo bonito y pierdes x, luego un poco menos, y así hasta alcanzar el equilibrio. Después la gente es muy exigente y es normal: pagas un abono y quieres ver a figuras, y verlas bien. Es como cuando nos piden que traigamos a Kanye West, o cuando nos pedían a Bowie. A veces se olvida que los cachés han subido mucho estos últimos años, porque casi no se venden discos, y eso hace que el precio de contratación suba. Al final los festivales de medio formato lo tendrán muy difícil: es mucho más fácil salvar los muebles en un festival de 5.000 personas que uno de 20.000.
Ya para acabar. Al principio de la entrevista hablabas de lo público y lo privado. Este año la programación gratuita ha sido densa, y ya hace años que la completáis con el Primavera als Bars o Barris. ¿Hasta qué punto es importante cuidar esa parte de programación? En el texto se echaba en cara que buena parte de la programación local era del Segell.
Gabi: Todo lo de Primavera als Bars lo lleva Coco, aunque lo hablamos entre todos. Sobre lo de los grupos del Segell… a mí es algo que me parece relativamente normal: son bandas que nos gustan lo suficiente como para invertir en ellos desde el sello. Tampoco es que miremos sobrepasar una cuota, en plan no sobrepasar el 15% de la representación local. No somos un organismo público.
Lo de que los grupos españoles abran los escenarios es algo que se ha debatido muchas veces también.
Gabi: En un escenario grande pasadas las ocho puedes poner a Manel o a Los Planetas, otras apuestas es complicado, y se ha dado el caso de grupos estatales muy buenos presentando disco ante una audiencia muy limitada. Como músico al final lo que quieres es tener gente, y a las 18:00 le das esa oportunidad, que al fin y al cabo es lo que busca un grupo de ese perfil en el festival.
Alberto: Creo que con lo de la hora ha habido una idea equivocada: se ha dicho que hacemos el cartel pensando en el público foráneo porque hay pocas bandas locales, pero la realidad es otra. El público local, en un festival como Primavera Sound, viene sobre todo a disfrutar de bandas que durante el año no puede ver en formato sala, porque hay un perfil de grupos que no puede girar por Europa con relativa frecuencia. Programando a grupos locales a la misma hora en la que el público local quiere ver a esos grupos de fuera no le haces necesariamente un favor, porque el público acabará yendo al grupo al que normalmente no puede disfrutar.