Después de presentar varios avances a través de las redes sociales hoy sale a la venta el tercer disco de estudio de La Bien Querida. La publicación de los primeros singles de Ceremonia apuntaban a cambio de estilo, finalmente confirmados tras la escucha del disco, aunque Ana Fernández-Villaverde haya apostado por mantener el exquisito trato a las letras como principal seña de identidad. Produce, como es habitual, David Rodríguez. Por RUBÉN IZQUIERDO

  • Espectacular salto adelante de La Bien Querida en su tercer disco de estudio, el segundo en dos años tras el lanzamiento en 2011 de Fiesta
  • Sonados coqueteos con la electrónica y el kraut-rock para un disco que despliega al fin lo mejor de Ana Fernández-Villaverde, firmante aquí de su trabajo más redondo
  • La madurez del nuevo sonido y la rotundidad de las letras se asocian

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No podemos decir que Ana Fernández-Villaverde no hubiese avisado en los diferentes adelantos que nos había ofrecido de Ceremonia: su tercer trabajo de estudio apuntaba desde el principio a convertirse en un definitivo salto adelante en su discografía, algo que finalmente ha logrado facturando un trabajo soberbio, que certifica además la excelente entente entre la propia Ana y David Rodríguez (La Estrella de David), productor del álbum.

Y es que, tal y como apuntan desde Elefant, es en Ceremonia donde el trabajo conjunto entre ambos ha terminado por explosionar en un disco definitivamente más redondo que Fiesta, plasmando un equilibrio en el que el peso de las letras recae en Ana y el de sonido en el propio David, una colaboración, resulta obvio, diferente a la que mantuvieron en el primer LP de  La Estrella de David.

La Bien Querida, vista por Albert Mollón

La nueva colaboración entre ambos ha dado paso a un tratado de kraut-rock con referencias constantes a New Order -evidente en A veces ni eso, uno de los grandes hits del álbum- y Kraftwerk, influencias quizá inimaginables en los primeros trabajos de la autora de Noviembre. Se mantiene eso sí un exquisito trato hacia las letras -la sinceridad de su lírica mantiene un compromiso a flor de piel con las emociones propias, algo que sabe explotar como muy pocos compositores en nuestro país-, inalterable y superviviente al cambio estilístico y estético de nuestra protagonista, señal de la solidez de su principal seña de identidad. La madurez creativa se deja ver también en temas como Los picos de Europa, quizá de las canciones que se situan a medio camino entre lo viejo y lo nuevo.

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Quizá consciente que la nueva etapa debía abrirse sin tapujos, el disco se abre con la icónica Arenas movedizas, una ruptura clara respecto a Romancero y Fiesta que sabe mantener según avanza el tracklist. El juego de sintetizadores y el coqueteo -más bien filtreo consumado- con las capas electrónicas que pueblan algunos de los temas del disco se resuelven a su favor –Aurora revisita a Los Planetas, un guiño en vistas a la inminente Alineación-, por más que el (buen) uso de la electrónica no apague ni fuerce  el caso del manejo de la guitarra.

Luna nueva cumple casi el rol autoreferencial al trabajo anterior de La Bien, sostenido también en Mil veces, ecos en inferiodidad numérica en comparación con la nueva ola, quizá el modo de hacernos ver que ella misma mantiene las riendas de su destino. Disco radical en relación a su trayectoria anterior, hay que agradecerle a La Bien Querida la valentía de romper con lo fácil y aventurarse en una apuesta arriesgada, bien resuelta gracias a la feliz asociación entre dos de las mentes pensantes más efectivas de la actual escena estatal. Con semejantes mimbres lo arriesgado tiende a funcionar. Y así ha sido.